Hice lo que se supone que había que hacer. Carrera, máster y a currar. La carrera de la rata, ya sabes.
Primero, en una empresa de programación web con C++. Luego en una de VR con Unreal donde, la verdad, molaba más. Todo iba bien.
Hasta que la realidad me echó una jarra de agua fría encima. Despido. Y a los pocos meses, la empresa quebró. (Si te soy sincero, la cosa ya olía desde hacía tiempo).
Ahí llegó el síndrome del impostor. Normal, había vivido demasiado cómodo.
Pero de la nada surgió un proyecto. Como freelance (que suena muy bien). La idea era ser un falso autónomo mientras buscaba otra cosa. Un plan sin fisuras.
Problema, lo que puedes imaginar (o no). Le pillé el gustito a eso de ser "mi propio jefe".
Con todos sus contras, la libertad de elegir dónde te metes, desde donde y cuando trabajas, no tiene precio. Poder decir "no" a proyectos que no iban a ninguna parte y meterme en fregados tecnológicos que de verdad les veía sentido.
Llevar el desarrollo de un sistema multijugador XR para que 20 personas interactuaran a la vez en una sala de museo de 1000m². O crear soluciones de gamificación con cámaras de profundidad.
He visto la parte bonita de ser freelance. Y también su lado oscuro. La soledad, la incertidumbre y la señora Hacienda.
Por eso con el objetivo de continuar como autónomo. Mi intención es seguir creando y construyendo experiencias inmersivas para clientes. Pero, como la mayoría de desarrolladores siempre he querido tener mi propio juego. Y en eso estoy, creando mi primer videojuego.
Todo lo que ocurre en este camino, el del freelance que sobrevive y el del creador que empieza de cero, lo estoy contando en una newsletter.
La cruda realidad de esta industria. La mezcla de la experiencia profesional con el vértigo de crear un juego Indie.
Si te va el morbo de ver cómo se equilibra todo esto, aprender de las hostias que me voy dando y la experiencia de cómo construir mi propia libertad como GameDev.
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